viernes, 30 de marzo de 2012

Palacio abandonado en Punta Lara (parte II)

Otras cuatro imágenes de lo que ha quedado de la utopía cisplatina de Francisco Piria: una vista lateral, un acercamiento a la parte trasera del edificio, la romántica fuente seca, y un detalle del intercolumnio.



© 2012, Héctor Ángel Benedetti

sábado, 17 de marzo de 2012

Palacio abandonado en Punta Lara (parte I)

Entre Punta Lara y Ensenada, a metros de donde existió una parada ferroviaria llamada “Remolcador Guaraní”, quedan ruinas de un enorme y magnífico edificio de 1910. Estaba destinado a ser el casco de estancia de la familia Castells, propietaria de estos terrenos; pero a mediados de los años ’20 fue adquirido por el empresario uruguayo Francisco Piria (fundador de Piriápolis en la costa este del Plata), con la intención de convertirlo en el edificio central de un importante balneario. Cabe destacar que Piria no solo creía en las posibilidades de un centro turístico en esta zona, sino que hasta proyectó un puente para unir Buenos Aires y la costa del Uruguay siete décadas antes que el tema saliera nuevamente a la palestra… En la decoración del Palacio Piria trabajaron artesanos uruguayos de primera categoría, dotando a la casa con un gran “Salón de los Espejos” al mejor estilo versallesco. No obstante, Piria nunca pudo lograr su objetivo de que Punta Lara se convirtiera en un balneario exclusivo. Él falleció en 1933; en 1947 sus herederos donaron el Palacio y las 141 hectáreas vecinas al gobierno de la provincia de Buenos Aires, con el objetivo de que fuese residencia de los gobernadores. Tampoco llegó a usárselo como tal. En realidad, el último destino que se le dio fue como colonia de vacaciones para huérfanos; hasta que finalmente quedó abandonado.




© 2012, Héctor Ángel Benedetti

sábado, 3 de marzo de 2012

Fábrica abandonada en Altamira

Altamira, partido de Mercedes, debe su nombre a la estancia de los hermanos Nicholas y Richard Lowe, establecidos en la zona desde 1855. Cabe aclarar que Enrique Udaondo, en su libro Significado de la nomenclatura de las estaciones ferroviarias de la República Argentina (Buenos Aires, Ministerio de Obras Públicas, 1942, p. 10), ofrece otra explicación. Según este autor, se trata de un homenaje al crítico literario e historiador español Rafael Altamira; eminente americanista, pedagogo y jurista que visitó la Argentina en la época del Centenario. De seguir la versión de Udaondo, el nombre de la estación habría sido puesto en vida del homenajeado, ya que Altamira nació en 1866 y falleció en 1951.

Una gran parte de la economía de esta localidad dependía de la fábrica de ladrillos Corinema; al cerrarse el establecimiento, el pueblo se derrumbó y sufrió una fuerte emigración. Las acciones políticas desplegadas en torno al cierre de Corinema y las historias personales de los habitantes de Altamira fueron, hace años, objeto de algunas notas periodísticas; pero la tendencia no se revirtió y de la enorme planta fabril hoy solo quedan ruinas.



© 2012, Héctor Ángel Benedetti